miércoles, 24 de diciembre de 2014

Y ya van doscientas



Hoy hay pocas facetas en las que pueda ser optimista, pero la perseverancia se encuentra entre ellas. De hecho, siempre la considero una pequeña y solitaria victoria que nadie más puede valorar.

Y no se me ocurre nadie mejor a quien dedicársela que la persona por la que empecé a escribir. Que llegases a mi vida ha sido lo más importante que me ha pasado. Perderte para siempre es lo más importante que he hecho desde entonces.

A veces llegan días negros y solo les sustituyen los grises. A veces cualquier satisfacción, por enorme que sea, se convierte en cenizas al tocar tu boca. A veces esperas que una risa infantil te despierte pero lo único que se mete en tu cama es el frío que se cuela por la ventana para darte patadas bajo las sábanas.

Y me deshago recordando cuando te podía abrazar y consolar mientras le susurraba a mi propia mente que jamás dejaría que nada malo te pasara porque me hervía la sangre solo de imaginarlo.

Ahora todo eso es humo en mi cabeza, formando figuras al azar cada vez que bajo la guardia. Como dijo Walt Whitman, me ha tragado un océano de dolor, pero ya no sé si cabe más de eso en esta nota. Y solo me gustaría poder verte una vez más, y hablarte; o encontrar a alguien a quien poder gritar por todo lo que no he gritado hasta hoy, porque antes solo quería hacerte reír y ahora soy adicto a echarte de menos.

Pero a la mierda, siempre quise hacer algo bonito para ti.

Y ojalá esto lo fuera.

Por eso hoy te dedico cada pensamiento, porque contigo se fue la mejor parte de mí, porque conmigo se quedó la mejor parte de ti, y porque a veces no puedo deshacerme del peor trozo de memoria. Y sobre todo porque por muchas veces que te diga “adiós” nunca bastarán para despedirme del todo.

Y porque si hay alguien por quien quiero seguir en pie, esa persona eres tú.

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