jueves, 29 de diciembre de 2016

El materialismo dialéctico


Buenas, hoy voy a explicar un ejemplo clave sobre por qué la filosofía es sexy.

El materialismo dialéctico es una corriente de pensamiento fundamental para entender la aparición de cualquier posicionamiento político antifascista, especialmente el marxismo. Sin embargo, es un concepto complejo, porque la filosofía es así, esa clase de persona con un puntito rebelde que crees que puedes desentrañar, pero en el fondo es fácil porque solo era cuestión de amor, amor del bueno, del de las baladas de los Scorpions.

Vamos allá.

Marx y Engels aplicaron una base filosófica para desarrollar el marxismo que sintetizaba dos corrientes previas:

En primer lugar, el materialismo: Desde que Sócrates hizo aparición en la filosofía, surgió una frontera entre el mundo material y el mundo de las ideas. Platón, cuyos planteamientos sentaron las bases de la Antigüedad Clásica y la Edad Moderna, hablaba de la materia como una representación no participativa del mundo de las ideas (es como verse en un espejo. El reflejo es una representación tuya, pero no participa de ti, no tiene tu carne ni tu sangre, solo es una imagen).  
El llamado mundo de lo inteligible es más perfecto a medida que las ideas son más elevadas, partiendo de las cotidianas (mesa, silla…) hasta llegar a la idea de Bien (sustituida en el cristianismo por Dios). Los neoplatónicos, más adelante, empezaron a hablar de una participación existente entre este mundo y el llamado mundo de lo sensible, pero manteniendo la frontera entre ambos.
Por otro lado, Aristóteles, que fue discípulo de Platón, realizó una crítica a su filosofía, basada en la unión indisoluble entre la materia (lo físico) y la forma (la idea).
Esta es la historia de unas corrientes filosóficas que se van ramificando cada vez más. El pensamiento materialista en la filosofía se basa directamente en la materia, lo físico, como lugar del que emanan las ideas. Es, por resumirlo mucho, una forma de decir que lo que conocemos se basa directamente en lo que existe a nivel material.

En segundo lugar, el idealismo dialéctico: Esta corriente de Hegel a la que responden Marx y Engels mediante una crítica, aporta una faceta que será indispensable para entender el marxismo.
El idealismo, por supuesto, responde a la existencia de un mundo de lo inteligible, en el que se encuentra la única verdad absoluta, y del que emana una representación en el mundo de lo sensible. La dialéctica es una concepción filosófica basada en su significado original (diálogo, conversación), dado que es una representación de dos argumentos confrontados u opuestos para llegar a una conclusión.
Descartes, por ejemplo, utilizó una contraposición de ideas para llegar a su conclusión “pienso, luego existo”. ¿Cómo lo hizo? Enfrentando la idea “tengo dudas sobre la realidad y sobre si esta se puede llegar a conocer” con la idea “hay algo sobre lo que existe una certeza absoluta”. De este modo llegó a la conclusión de que su capacidad de pensar, de la que no existía ninguna duda, era la condición que confirmaba su existencia como realidad absoluta (aunque luego desarrolló muchísimo más esta teoría, a través de puntos que complementaban su “cogito ergo sum”).

Y al fin llegamos al crossover definitivo.

El materialismo dialéctico: Marx y Engels establecieron un pensamiento materialista, enunciando que todo lo que se conoce emana de la realidad material. Y, a partir de su posición crítica ante la filosofía de Hegel, incluyeron la dialéctica: Existe un diálogo entre lo material y las ideas. ¿Cómo se daba este diálogo? Mediante la fórmula TESIS – ANTÍTESIS = SÍNTESIS.
Gracias al desarrollo de esta corriente de pensamiento pudieron examinar la realidad de lo sensible, es decir, el mundo físico que les rodeaba; y mediante la contraposición de una serie de elementos que lo componían (clases oprimidas y clases opresoras, relaciones de producción, relaciones y dinámicas sociales…) sintetizar el marxismo.


¿Sexy, verdad?

domingo, 18 de diciembre de 2016

Y que pongan a los RIP


El otro día leí un artículo, ni sé dónde ni me puedo deshacer de la pereza que me da buscarlo, que hablaba de algo llamado Síndrome de Maná. Hablaba de que a día de hoy son algo así como los VOX de la música (porque son una mierda muy triste que nadie quiere). Sin embargo, también se preguntaba por qué tanto odio hacia dicho grupo, sobre todo si luego no hacen más que llenar bolos.

Esto, por lo visto, se debe a unas mal entendidas nostalgia y vergüenza ajena, que delimitan el cerco de lo que escuchamos a lo largo del tiempo y nos hace despreciar lo que nos gustaba en nuestra adolescencia. Vamos, más hipócrita que un comunista con posesiones materiales (ba dum tsss).

Eso me ha llevado a echar la vista atrás y repasar lo que hace unos años (no tantos) me gustaba mucho, dejando al lado el metal porque es una constante en mi vida. ¿Qué fue de los temas de Piperrak bajando en el eMule? Si la peña buscaba en La Oreja de Van Gogh rastros de ideología abertzale, ¿por qué no pasaban de esa mierda y se ponían a escuchar a Negu Gorriak, Zartako o Suspenders? ¿Eran tan buenos Skalariak? Y digo más, ¿eran buenos siquiera? ¿Por qué todos los adolescentes de izquierdas de mi época o creíamos que todo lo que viniera del País Vasco era revolucionario, o queríamos parecer extras de This is England?

En el artículo que leí habrían dicho que todos seguimos modas adolescentes, y con el paso del tiempo nos avergonzamos de quiénes éramos y por eso nos daría vergüenza escuchar a día de hoy a Maná, Laura Pausini, Santa Justa Klan o a mi polla en vinagre.

Pero la realidad es bien distinta.

Sí, cambiamos y las cosas que nos gustan ahora ya no son las que nos gustaban cuando teníamos quince o dieciséis años (y si tienes esa edad, que sepas que te va a acabar pasando), pero eso no quiere decir que seamos un rebaño por más que se empeñen en homogeneizarnos, en convertirnos en siervos de una hegemonía cultural, e incluso en vendernos un “progresismo” que nos quiere exactamente así.

Somos hijos de un tiempo, un pensamiento y una estética; y cuando empezamos a abrir los ojos a ciertas realidades de lo que nos rodea tenemos la necesidad de significarnos de una forma u otra, ya sea comenzando a trabajar unos intereses políticos, adoptando un aspecto o escuchando la música que sea, desde Eskorbuto hasta Skrillex, pasando por Rainbow. Esto ha pasado de forma constante a lo largo de la historia, porque cada directriz estética, intelectual o metafísica corresponde a una forma de ver o entender el mundo. Cuando avanzamos, dejamos atrás cosas, pero cincelamos nuestro yo golpe a golpe y nos convertimos en nosotros continuamente, con hegemonía cultural o sin ella.

Hay muchos aspectos socioculturales que son convertidos en moda, pero nosotros no somos una moda, porque en cuanto tomamos conciencia de lo que somos y de nuestro entorno dejamos de serlo.

lunes, 5 de diciembre de 2016

Breve reflexión sobre el feminismo en redes sociales, por @TheDeadMad

Esta entrada no es mía. Su autoría pertenece a The dead, a cuya cuenta de Twitter podéis acceder haciendo click en el nombre:

“Hoy en día la situación del ‘feminismo’ en twitter es solo la defensa absoluta de mujeres cis blancas y neuronormativas también sin diversidad funcional. En cuanto se habla de otra cosa que no sea lo suyo se lía pardísima, parecen los tíos cuando les marcamos x actitud machista, pero como les marcamos cosas que no les interesa porque no lo sufren, lo tachan de opresiones de segunda y cosas parecidas.

Solo pueden hablar cuatro personas que están ultraidealizadas y a la mínima que no les sigas a ciegas te sueltan el ejército de followers.

Y es que hacen puro femicismo blanco. ¿Eso a quien representa? Porque a mí como trans no me representa en absoluto.

Y es algo de lo que muchas compas now estamos quejando y no mola un pelo está situación.
Vemos mucha gente que va con una superioridad brutal y que provoca que mucha gente tenga ansiedad y problemas, porque tienes suerte si no te hacen captura, te suben y ale, las notificaciones llenas de menciones y ataques de su séquito. 

Si no lo veis así habladme por MD (mensaje directo).

Pero si esto sigue así yo soy la primera que se pira de esto, de verdad.”

domingo, 4 de diciembre de 2016

Patriarcado; origen y conceptos básicos. Por @vforvic_

La entrada de hoy es obra de Arabesque, a cuyo Twitter podéis acceder haciendo click sobre el nombre:

"Voy a basar este hilo en la definición y explicación de lo que es el patriarcado según Nuria Varela en "Feminismo para principiantes”.

Anteriormente a la teoría feminista el patriarcado se definía como "gobierno de patriarcas que obtenían su autoridad de la sabiduría". A partir del siglo XIX esta definición cambia, y el término comienza a ser usado por las feministas radicales a partir de los 70.

Dolores Reguant ofrece esta definición:

"Forma de organización política, económica, religiosa y social basada en la idea de autoridad y liderazgo del varón, en la que se da el predominio de los hombres sobre las mujeres”

“El patriarcado surge de una toma de poder histórico por parte de los hombres, que se apropiaron de la sexualidad y reproducción de las mujeres creando un orden simbólico (…)"

Según Varela, una gran parte de la riqueza y fuerza que obtuvo el feminismo fue consecuencia de analizar el patriarcado. Al darnos cuenta de él y de cómo se extendía a otros ámbitos de nuestra vida se popularizó la idea de que "lo personal es político". Se crean grupos de autoconciencia, y las mujeres vieron que su calidad de vida no era solo mala suerte, sino fruto de un sistema opresor.

A pesar de ser un término pilar para el feminismo, no todas las teóricas feministas lo usan. Algunas prefieren "sistema de género-sexo" y para Celia Amorós son expresiones sinónimas, ya que, según ella un sistema igualitario no haría distinción de género.
Aun así, el patriarcado varía según el país. En España usa instrumentos como los medios de comunicación para mantener los roles de género y los estereotipos sexuales, así como perpetuar la discriminación laboral y económica y la violencia de género.
A pesar de todo, la forma de percibir el patriarcado no es la misma para todas las mujeres (posición social, raza, país de origen, etc.).

Varela finaliza su discurso sobre el patriarcado exponiendo que el objetivo fundamental del feminismo es acabar con este sistema social."

Bibliografía:


VARELA, Nuria. Feminismo para principiantes, 2005.

viernes, 2 de diciembre de 2016

Cinco minutos

Su mirada cae a la esquina del monitor y se detiene sobre la hora.
“Las dos”, se confirma a sí mismo en silencio, aunque no sabe cuánto tiempo lleva meditando lo que quiere hacer. Coloca los dedos sobre el teclado por unos segundos y traga saliva antes de empezar a escribir.
¿Qué haces despierta a estas horas?
Incluso ahora que ha enviado el mensaje no puede detener las dudas. Se pregunta por qué siguen vinculados por una red social después de todo; por qué ella sigue ahí, manteniendo esa vía de comunicación con él intacta. Es posible que sea una forma de guardar las apariencias, aunque la ausencia de más ojos alrededor siembre en él la duda sobre si recibirá una respuesta a su pregunta.
Su mensaje tarda casi un minuto en iluminarse en la ventana de conversación.
No podía dormir.
Sonríe. Desde el salón puede oír la respiración regular de su mujer en el dormitorio. Se pregunta si al mirar hacia el otro lado del pasillo podría ver la luz del ordenador de la niña, escapando por la rendija de la puerta de su habitación.
“Tal vez”, se dice a sí mismo.
¿Quieres que vaya a ayudarte?
Puede notar el corazón latiendo contra sus costillas, tan fuerte que le impide oír su propia respiración.
No.
Se apresura a escribir.
Mañana, después de llevar a tu madre al aeropuerto, te iré a recoger al instituto y te traeré a casa.
Esta vez no hay respuesta. El silencio del chat se mimetiza con el del resto de la casa, cruzando el pasillo hasta llegar al salón, flotando en torno a la solitaria luz de la pantalla.
Su sonrisa se ensancha.

* * * *

Mientras el coche arranca con un ruido seco, ella ni siquiera alza la cabeza. Una cortina de pelo rubio cae sobre sus mejillas, aunque desde el asiento del conductor su padrastro aún puede ver sus ojos, grandes y grises, clavados en la guantera.
—¿Qué tal el día?
La pregunta flota en el ambiente, casi espesando el aire, y durante unos segundos teme que no le conteste.
—Bien... —susurra al cabo de un rato, todavía sin levantar la vista.
Un semáforo en rojo le obliga a frenar, dándole una excusa para poder concentrarse más en ella.
—¿Y eso es todo? —comenta con una leve risa, girándose apenas unos centímetros en su asiento y buscando con sus ojos los de su hijastra.
Pero sabe que no le va a mirar. No ha vuelto a hacerlo en mucho tiempo.
Sin embargo, otro detalle capta su interés. Las finas manos de la chica no dejan de juguetear con el dobladillo de su falda de cuadros, justo por encima de sus rodillas. Si no se tratase de él y de ella, podría haber sido un matiz imperceptible. Quizás en otras circunstancias…
Cuando el semáforo se pone en verde desliza la mano del volante para meter la marcha. Sin embargo, antes de hacerla retroceder hasta su posición original, una idea pasa por su cabeza. Sus dedos dejan atrás la palanca de cambios, y los párpados de su hijastra se retraen para dibujar una mueca de sorpresa.
Para cuando el coche empieza a moverse de nuevo, su mano ya ha cubierto aquel trozo de carne blanca y suave que asoma más allá de la falda de su uniforme.
No intenta ir más allá en lo que resta de trayecto, aunque el tacto de esa pierna no deja de penetrar en su cerebro, prometiéndole un tierno adelanto de lo que encontrará al llegar a casa.
“Nada de anticipos.”
Aparta la mano de su muslo para pulsar el botón del mando del garaje, y no vuelve a tocarla mientras la puerta metálica se abre ante ellos.
Recorre los últimos metros hasta detener el coche sobre su plaza, sin poder quitarse de encima el hormigueo que se ha instalado en su estómago. Antes de que el motor deje de sonar, la puerta del copiloto se abre y ella sale con su mochila a cuestas. Casi le parece ver un contoneo en la forma de caminar de la chica antes de salir del coche y seguirla.
“Dije que nada de anticipos”, se recuerda a sí mismo, apretando los dientes.
La oscuridad se traga a su hijastra al cruzar la puerta que da a las escaleras, como si fuera una fantasía que vuelve a su mundo y deja abierto un resquicio para que él pueda seguirla.
Pero el País de las Maravillas no aparece al otro lado del umbral. Solo un impacto, un golpe seco y frío en su frente que hace que todo lo demás se tiña de rojo.
Cuando cae al suelo, ya no hay rastro de su sonrisa.

* * * *

—Mirad, se está despertando…
Un calor sofocante se propaga en ondas desde la frente hasta la nuca, creando maremotos de dolor por toda su cabeza. Sus párpados se han vuelto tan pesados como el plomo, pero aun así consigue separarlos un poco, lo bastante como para que una luz blanca y titilante le arañe las pupilas. Trata de pedir agua, pero no puede.
Una mordaza le aprieta las comisuras de los labios.
Esta vez sí logra abrir los ojos, con un montón de preguntas bullendo por encima del dolor. ¿Por qué está amordazado? ¿Cómo ha llegado hasta allí? ¿Por qué nota tan pegajoso el lado derecho de su cara?
De manera gradual, las formas van dibujándose ante él. La luz emana del fluorescente alargado del techo y rebota sobre unos azulejos de un blanco impoluto. “Estoy en el baño”, se dice en un silencio obligado. Trata de mover los brazos, pero al instante siente una punzada de dolor. Nota el tacto áspero de unas bridas de plástico rozando sus muñecas, manteniéndolo firmemente sujeto a la tubería de la ducha.
—Será mejor que no te muevas o se cerrarán más —comenta despreocupada una voz frente a él, mientras unas manos aflojan la mordaza y la dejan caer sobre su cuello.
Ella.
Apenas puede reconocer las figuras que tiene delante hasta que sus ojos se acostumbran a la luz. Su hijastra aún lleva el uniforme puesto. No la ve muy diferente de cuando fue a recogerla al instituto, pero ahora no está sola. A ambos lados, dos chicos con idénticos uniformes escolares y los rostros cubiertos por pasamontañas negros se ajustan unos guantes de látex. El olor del talco llega hasta sus fosas nasales multiplicado por diez.
El que está a su derecha, justo al lado del espejo, deja reposar un bate de madera ensangrentado junto a su pierna.
“Mi sangre…”
Baja la mirada hacia su camisa, cuajada de manchas de un rojo oscuro y brillante.
—¿Qué ha…? Soltadme…
El bate se separa de la pierna del chico y vuela firme en su mano en dirección a la rodilla del hombre, que apenas oye el sonido del golpe. Solo nota un aguijonazo que atraviesa cada terminación nerviosa hasta llegar a su garganta y explotar en un grito mudo.
—¿Quieres que te soltemos? —La voz de la chica suena igual de neutra que al principio, como si estuviese comentando una película desde su sillón—. Yo quise que me soltaras una vez, ¿recuerdas?
Él lucha en silencio por recuperar el resuello, con la mirada clavada en su propia rodilla. No está rota, pero sí enrojecida. El dolor mana en rápidas ondas que hacen vibrar su cuerpo.
Tarda un rato en darse cuenta de que solo tiene puesta su camisa.
—Mi ropa… —murmura. Se le ocurre que hablar quizá le ayude a ganar tiempo, aunque en este momento no sabe para qué—. ¿De qué va todo esto? ¿Qué crees que vas a hacer?
Ella se echa a reír.
—Ese es tu problema, ¿sabes? Crees que puedes controlarlo todo. Incluso ahora mismo, cuando ni siquiera puedes moverte. La última vez… —Hace una señal, y el bate vuelve a salir disparado hacia su pierna. El impacto saca todo el aire de sus pulmones—. Pensaste que todo estaba bajo control, que no importaba lo que le hicieras a alguien incapaz de defenderse…
—¿QUÉ COÑO QUIERES? —grita de forma entrecortada, doblado sobre su estómago.
—Quiero que comprendas.
Las bridas se cierran cada vez más sobre sus muñecas, pero no puede hacer nada al respecto. Ni siquiera es capaz de cargar con su propio peso.
—¿Y qué tengo que comprender?
Ella calla. Es solo un segundo, pero sus ojos tienen tiempo para llenarse de lágrimas.
—Que no hay vuelta atrás.

* * * *

No hace mucho…

Cinco minutos.
Ese fue el tiempo que tardé en desaparecer.
En el primer minuto la puerta de la habitación se abrió de golpe. Sabía que estábamos él y yo solos, pero aun así llegué a gritar, y él me tapó la boca. Su mano libre bajaba por mi cuello, deteniéndose en mi pecho y pellizcándome un pezón hasta hacerme apretar los dientes por el dolor. Traté de revolverme, pero la mano que aún se cerraba en torno a mi boca y mi nariz apretó aún más y sentí que me faltaba el aire.
En el segundo minuto comprendí lo que pasaba. El miedo tiraba de mí desde lo más profundo de mi estómago. Traté de mostrarme calmada durante un segundo, fingiendo que ya no trataba de resistirme, aunque mis ojos virasen en todas las direcciones en busca de… algo.
Funcionó.
La presión de sus manos se volvía más ligera mientras su sonrisa se ensanchaba. Alcé una pierna y pateé su nuca, haciendo que se doblase hacia delante por el dolor. En ese momento me escurrí entre sus brazos y corrí hacia la puerta, pero no llegué. El trozo de madera entreabierto me enseñaba el pasillo, casi como una burla, mientras él se sentaba sobre mis piernas. Su puño se estrelló en mis costillas, empujando un gemido más allá de mi garganta.
—Ven aquí… —murmuró, mientras volvía a tirar de mí hacia la cama.
Me volvió a tumbar boca arriba, con las manos aferradas a mi pantalón de pijama y mi ropa interior. Pataleé con todas mis fuerzas, pero no logré evitar que me desvistiera de un tirón.
En el tercer minuto redoblé mis intentos. Traté de arañarle la cara, de golpear su estómago y de patear su entrepierna mientras él luchaba por separar mis rodillas. Esta vez no dejé de gritar. Siempre recuerdo los pinchazos en la garganta desde entonces. En mis pesadillas, son tan intensos que me ahogan.
En el cuarto minuto supliqué.
—No, por favor… déjame… suéltame y no diré nada, ¿vale? Por favor, por favor, ¡por favor!
Las lágrimas me abrasaban las mejillas y emborronaban mi vista. Al ver cómo me deshacía se detuvo por unos instantes, haciéndome pensar que había logrado salvarme.
Y se echó a reír.
Apenas podía distinguir su rostro, pero el dolor, áspero y punzante, llegó hasta mi garganta y ahogó mis gritos. Algo hizo presión por un instante antes de romperse dentro de mí, alejando lo poco que quedaba de mis fuerzas. Y yo ya no era yo. Yo ya no podría ser yo después de eso. Todo lo que te importa, todo lo que quieres ser y vivir, puede dejar de tener significado en una estúpida fracción de tiempo, lo bastante larga para convertirte en un enigma. Para inocular en tu interior un virus para el que jamás tendrás vacuna.
En el quinto minuto empecé a planear mi venganza.

* * * *

El plato de ducha no tarda en quedar salpicado de manchas rojas, brillantes como rubíes a la luz del fluorescente. Hace rato que él no siente sus codos y sus rodillas, y estuvo a punto de desmayarse cuando el bate se estrelló en su caja torácica.
—Llevo esperando a que mi madre volviera a irse desde entonces —su voz sonó juguetona, o tal vez ya deliraba por culpa del dolor. Incluso las formas se empezaban a emborronar a su alrededor—. Traté de evitar sospechas, así que jamás cambié mi forma de comportarme. Ni dije nada a nadie fuera de este cuarto de baño —suelta una risa nerviosa—. ¿Para qué? Un jodido enfermo hijo de puta más en la cárcel, esperando un tiempo prudencial para volver a salir y destrozarle la vida a otra pobre niña… Nunca fue la clase de consecuencias que deseé para ti.
Él trata de contestar, pero en lugar de palabras brota una arcada, y un hilo de sangre y bilis se estrella contra sus pies. Mientras, ella continúa.
—Gracias a ti yo ya estoy rota. Más allá de cualquier posibilidad de recuperación. Tú me arrancaste algo que me pertenecía —se toma una pausa, y la respiración del hombre se acelera—. Y yo pienso hacer lo mismo.
La chica se da la vuelta, y él hace un último esfuerzo para levantar la mirada. Sus tres captores se inclinan sobre el lavabo, y un sonido metálico llega hasta sus oídos.
—¿Has notado la otra brida?
La pregunta apenas tiene significado en los oídos de su padrastro, pero no es así con la mirada fugaz de la niña, directa al lugar donde acaba su camisa ensangrentada. Los ojos del hombre vuelven al lavabo, donde sus manos enguantadas sostienen un emasculador.
Y entonces lo comprende. Para ella, los golpes no han sido una forma de venganza, sino una simple distracción. Una forma de evitar que él se diera cuenta de la presión en sus genitales.
Sus comisuras se retraen en una sonrisa.
Cuando los tres chicos se vuelven hacia él, ni siquiera tiene fuerzas para temblar. Una risa histérica atraviesa su boca mientras se fija en los otros dos. El de la izquierda se inclina sobre él y vuelve a ponerle la mordaza. El del bate deposita en la ducha un cubo con hielo, justo entre sus gemelos.
—Es curioso —comenta ella mientras tanto, poniéndole el emasculador entre las piernas—. Hace cinco minutos estabas inconsciente, y lo último que había pasado por tu cabeza era la idea de volver a violarme.
El hombre tiembla ligeramente al notar el frio del metal. “No”, se obliga a pensar, “no es la cuchilla”. Sus ojos se cruzan una vez más, y al fin él lo entiende todo. Nada de lo que ocurrió antes de llegar a ese cuarto de baño ha sucedido por accidente.
Casi como si hubiera tenido el mismo pensamiento que él, la chica esboza una discreta sonrisa, encorvada hacia su cintura y sujetando la cuchilla con ambas manos. Tras un leve silencio, añade.
—Pero en cinco minutos todo puede cambiar.

Y un grito ahogado rasga el silencio de la casa.


P.D.: Esta historia corresponde a un reto en un foro de literatura, que consistía en elaborar un relato violento. Está inspirado en la película Hard Candy.