martes, 29 de noviembre de 2011

"Diario de un dependiente" en "1 libro = 1 euro"




Hace unos días me enteraba de una noticia que llevaba ya tiempo esperando, y que me tiene bastante satisfecho: "Diario de un dependiente", de David Redondo Iglesias (también conocido como yo), ya es uno de los libros que cualquiera se puede descargar a cambio de un donativo a la ONG "Save the Children". Me habría gustado poder escribir esta noticia antes, pero no he podido por circunstancias personales que no vienen al caso.

Esta campaña, conocida como 1 libro = 1 euro, comenzó con el famoso escritor Juan Gómez-Jurado de una forma bastante curiosa. Con el paso de los meses, se ha hecho fuerte y ha recibido la colaboración de otros autores.

¿Quieres descargarte "Diario de un dependiente"? Pues ahora tienes una oportunidad de oro. Ayuda con un simple donativo y no solo podrás hacerte con mi novela, sino con cualquiera de las que ya hay publicadas (y las hay maravillosas, creedme).

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Problemas técnicos (otra vez)


Hace cosa de un mes, mi ordenador decidió romper nuestra relación. No me dijo por qué, ni se extendió en dramáticas despedidas. Simplemente se fue.

Día 1:

Yo me resistía a dar nuestra relación por terminada. Intentaba volver a dejar las cosas como estaban, pero no había manera. ¡Ay! Ordenadores... ni puedes vivir sin ellos, ni puedes restaurar el sistema para eliminar fallos de hardware...

Día 2:

Desesperado, tuve que conseguir ayuda profesional. Llamé al servicio técnico. Fue duro asumir que lo nuestro estaba en las últimas, pero no me quedó más remedio. El técnico me dijo que, por la descripción que le había dado de nuestra crisis, seguramente se trataba de un fallo del disco duro. En una semana, tendría que rellenar un formulario para que vinieran a recogerlo. ¡Una semana! No sabía si podría soportarlo.

Día 4:

Encontré una solución temporal. Una especie de parche que ralentizaba la pérdida de sangre de la mortal herida de nuestra relación. Y es que conseguía unos minutos de autonomía si me conectaba en modo seguro con funciones de red. Al principio parecía funcionar, pero no tardé en comprender que no era suficiente. Si quería a mi ordenador, tendría que dejarlo marchar.

Día 9:

Al fin, la dichosa petición se tramitó y un tipo de DHL vino a recoger mi ordenador. Intenté utilizarlo por última vez, pero la cosa no acabó bien. La despedida fue amarga.

Día 10:

Me pasé toda la tarde en chandal, comiendo helado de chocolate mientras escuchaba una y otra vez "Time after time" de Cyndi Lauper, alternándolo de vez en cuando con "All by my self", de Eric Carmen y "Baby I love you", de Peter Frampton. Fue una suerte conservar algunos de sus recuerdos en un CD...

Día 15:

Algo había cambiado. Al principio tuve que conformarme con pobres sustitutos, como el ordenador de la biblioteca o la tele, pero un día, harto de todo, cogí un libro que llevaba tiempo dejando "para mañana" y me lo leí del tirón. Y eso no fue todo. En pocos días, adelanté trabajos para la universidad, volví a hacer cosas que llevaba meses haciendo solo a ratos. Empezaba a disfrutar de mi tiempo a solas.

Día 20:

Me pasaba el día fuera de casa. Decidí desempolvar los guantes de boxeo, volví a escuchar mis viejos discos, hice un montón de trabajos de clase... volvía a vivir. ¿Y qué si surgían algunas complicaciones? ¿Y qué si estaba algo menos informado? ¿Y qué si no sabía cómo llenar los huecos que mi frenética actividad dejaba vacíos? Era un hombre nuevo, un hombre felíz... un hombre libre.

Día 29:

Parecía que lo había superado. Y era cierto. Me movía por la biblioteca como pez en el agua, y había decidido que, ya que escuchaba mis viejos discos, también podía escuchar mis viejas cintas. Volví a sentir esas agujetas en los costados que se notan después de una hora con unos guantes de boxeo puestos. Pero llegó un mensaje. DHL me devolvía mi ordenador, ya reparado, en dos días laborables. Lo primero que sentí fue una alegría que brotó de lo más hondo de mi estómago, pero luego me preocupé. ¿Qué haría cuando mi ordenador volviese? Me prometí a mí mismo que seguiría como hasta entonces, disfrutando de una vida equilibrada y productiva. Luego, me puse los cascos y salí a correr.

Día 30:

Mi ordenador había llegado. Estaba radiante, como si viviera una segunda edad de oro. Tuve que contenerme ante el mensajero de DHL, pero, cuando se fue, saltaron chispas. Corrí a mi habitación y volví a conectarlo donde estaba. Fue cuando el Windows 7 inició sesión cuando comprendí que la promesa del día anterior iba a ser en vano. Había recuperado mi ordenador y todo volvería a ser como antes. No obstante, una voz en mi cabeza, la voz de mi subconsciente, dijo "¿Y qué?".
Lo primero que hice fue bajarme el Loquendo y hacerle prometer a mi ordenador que jamás volveríamos a pelearnos.

Y ahora vuelvo a estar aquí... ¿se puede ser más feliz?