martes, 23 de diciembre de 2014

Paraisos artificiales


Una frase.

Una simple frase es lo único que ha impedido que la canción prevista viniera con esta entrada, la previa a la 200.

La verdad, soy una persona bastante enfrentada a la dialéctica, y me gusta mucho más esta posición después de andar leyendo a marxistas muertos que ensalzaban a la misma clase obrera a la que párrafos después tachaban de hatajo de borregos estúpidos. ¿Y las palabras son su arma? Si pueden hacer eso con el lenguaje, es que Daniel Day-Lewis tenía razón y las palabras en realidad no significan nada.

Pero las palabras sí que tienen sentido. Un simple sonido puede convertirte en un ente en perpetua caída como el miliciano de Robert Capa, congelado en el momento exacto en el que la frontera entre tu mundo y otro se disipa. Da igual si algo tiene peso o no, porque ahora todo y nada lo tiene al mismo tiempo. Son días de lo efímero, donde las apariencias valen más que el resto, porque no importa lo rico, culto o viajado que seas; sino que lo parezcas más que nadie. Todo es artificial y los conceptos se difuminan, pero las fronteras siguen más patentes que nunca. Vivimos en el mal chiste que le contaría Jimenez Losantos a un internacionalista.


Basicamente es como Rob fingiendo ante Liz que le cuesta decir "te quiero" mientras se dice a sí mismo que solo a un gilipollas le costaría decir algo así. Y es cierto en muchos más sentidos. Decir algo no cuesta nada. Montar revueltas en Twitter es muy fácil. Hasta ese punto hemos banalizado el lenguaje.

Y mientras tanto las calles vacías.

Tal vez sea que el tiempo nos afecta a todos, que nuestra mente moldea las palabras con un torno distinto cada vez. Dan ganas de asomarse a la ventana y ver cómo la propia calle pasa por delante sin hacer nada. Tal vez los edificios que hay delante se derrumben con el tiempo y así seas capaz de notar algo, porque parece ser que lo tangible es inútil.

De momento yo no puedo con una sola frase y me quedo a la espera de la siguiente entrada con ella en la garganta. Sin salir por mi boca, sin traspasar la frontera de mis labios. Vigilante cual personaje de Alan Moore.

¿A veces ser feliz qué poco cuesta? No, a veces cuesta tanto...

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