sábado, 25 de abril de 2015

BriBriBliBli


¿Y qué importa...?

Ni sé cuántas veces me habré estrellado ya contra una hoja en blanco. Tampoco qué voy a decir esta vez, ni cuánto tiempo me llevará hacerlo.

Hace tiempo, en una primavera como esta, un día como hoy, sobre mi cabeza no había un techo, sino un montón de árboles. No había una sola nube que impidiera que el sol perfilase a partir de sus ramas sombras que se extendían por la hierba, ni una sola brisa que arrastrase los montones blancos y esponjosos de polen que nos rodeaban.

Estábamos tumbados uno al lado del otro, con la vista clavada en el cielo, dejando que nuestro alrededor nos envolviera. El constante rugido de la corriente del río, el aleteo de los pájaros y el zumbido de los mosquitos componían un ruido blanco que sustituía las palabras, porque solo había una cosa más que decir. Nos miramos y ella me dijo "te quiero".

Yo le estornudé en la cara.

El polen, ya se sabe...

Las cosas no van a salir como las planeas, porque no puedes interferir en las reacciones del resto del mundo. Nunca vas a conseguir que otra persona actúe exactamente de la forma en la que tú quieres que lo haga, porque no depende de ti. Y así es como debe ser, porque todo lo que somos es en realidad lo que nos define: nuestros actos, nuestros pensamientos, nuestras sensaciones y nuestras circunstancias son algo único que no tiene cabida en cálculos ajenos.

Entendiendo y aceptando esto es la forma de empezar a querer, no solo a alguien, sino también algo tan simple como una hoja en blanco. No es cuestión de forzar las piezas para que encajen, sino de resolver el puzzle.

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