sábado, 9 de abril de 2011

Vino con barquillo


Durante las fiestas de mi ciudad, hay una caseta, decorada con dos simpáticos maniquíes como los que véis en la fotografía, en la que sirven un vaso de vino con un barquillo de oblea a modo de pajita (pero no es para que bebas, es para que lo mojes y te lo comas... bueno, es tu vino, te lo puedes beber como te salga del r) y, cuando era pequeño, era una tradición obligada para mis padres, tíos, abuelos y todo familiar que me llevase a la feria pasar por allí.

Sin embargo, en lugar de pedir el vino y el barquillo sin más, pedían DOS, siendo yo el beneficiario de uno de los barquillos, y mi acompañante de turno el de los dos chupitos. Si un día tenía suerte y por la mañana mis tíos me llevaban a la feria, a mediodía mis abuelos me llevaban a comer a las casetas, y por la tarde me llevaban mis padres, eran tres los barquillos empapados en vino que me metía para el cuerpo.

Lo más curioso es que ninguno de los invitadores ha llegado a saber jamás que mis demás acompañantes también me convidaban al tradicional barquillo borracho... mejor para mí, claro.

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