lunes, 28 de marzo de 2011

I want to ride my bicycle...

Últimamente he estado utilizando mucho la bicicleta. Todas las mañanas la llevo a la universidad (porque yo soy universitario, que lo sepáis) y la dejo candada en un aparcamiento para bicis que hay a la puerta (que caben diez como mucho, y, aun así, siempre está casi vacío). Cuando llega la tarde, vengo a la tienda y la guardo en el almacén (y/o trastienda).

El caso es que estas andaduras sobre dos ruedas me han hecho recordar la feliz época de mi infancia en la que mi padre me enseñó a montar en bici. Un día de verano, a mi padre se le hincharon las pelotas y dijo "te voy a quitar los ruedines de la bici". Más tarde, aquel día, bajamos al parque, con la bici ya preparada, y me monté. La situación fue más o menos la siguiente:

HIJO IDIOTA: Que miedo.
TROLL-DAD: Tranquilo hijo, que yo te ayudo.

Arrancamos y parece ser que todo va bien, aunque es un decir, yo estoy acojonado perdido.

HIJO IDIOTA: Papá, no me sueltes.
TROLL-DAD: Tranquilo hijo, que no te suelto.
HIJO IDIOTA: ¡Mira que rápido vamos pap...! ¿Papá?

Cuando, iluso de mí, giro la cabeza, me encuentro a mi padre... al final de la calle, entrando en el bar.

HIJO IDIOTA: ¡Papá! ¡Socorro! (me acerco peligrosamente a una farola)
TROLL-DAD: ¡Muy bien, hijo...! ¡Manolo, una caña y una de bravas!
HIJO MÁS IDIOTA AÚN A CAUSA DEL HOSTIÓN CONTRA LA FAROLA: ¡Papá! ¡Estoy sangrando!
TROLL-DAD: .... (glub glub)... ¡Muy bien, hijo, estoy orgulloso!... ¡Gol de España!

La cuestión es que, tras este accidentado comienzo, lo normal hubiera sido que, a posteriori, la simpre visión de semejante artilugio demoniaco causase un hondo trauma en mi psique, pero bueno, si llegué a perdonar a mi padre, ¿por qué no a la bicicleta?


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