domingo, 10 de mayo de 2015

Conciertos: Rude Pride y A Quemarropa


Y esta es la menos movida.

Bueno, al lío. Este fin de semana no he parado. Me he hecho una ruta castellana que ni el Cid, primero en Palencia y luego en Burgos, solo que para darme un baño de Oi! en todas sus facetas. Como dijo un amigo, "tú es que no te pierdes una".

Primero, Rude Pride, grupo madrileño que tocaba en La Cueva, me dio la excusa para ir a Palencia, aunque en realidad no fuesen santo de mi devoción. En el coche un straight edge (supongo), una chica recién operada que no podía beber, y otra chica que no es que no pudiera, es que no debía, o no quería, o yo que sé. Con esos precedentes, no había nada que pareciera augurar o que justificase lo más mínimo la borrachera tonta que me pillé.

Un local con poco aforo pero que ni siquiera se llenó. Como habría dicho Isabel I de Inglaterra, eramos pocos, pero bien avenidos. En el cartel se anunciaba un grupo que se acabó cayendo, así que el relleno para que Rude Pride no saliera a pelo se lo debimos a una mesa de mezclas y un montón de reggae del malo. Yo mientras tanto ya iba lata tras lata, decisión que se vio reforzada cuando sonó una versión horrible de Enamorado de la muerte, de los Rip. 

Pero entre unas cosas y otras empezó el concierto y, sin contar con mis pausas para ir a por más cerveza, me engancharon bastante. Es más, si Rude Pride sonasen tan potentes en mis cascos como en el directo, seguro que el local habría estado a reventar. El escaso aforo ayudaba a que todo sonase con una nitidez digna de un macroconcierto de Manowar, y las sesiones de ejercicio con música motivante para creérmelo en plan Rocky Balboa hicieron que me supiera las canciones de forma milagrosa, aunque la que yo quería escuchar era Screaming Oi!, que vino precedida por un glorioso corte por parte de Jello Biafra (y no, no tocaron los Dead Kennedys).

Parecía que estaba bien, de verdad, pero en cuanto acabó el concierto y salimos fuera, me di cuenta de que no, de que era cuestión de perspectiva. Si no llega a ser por un oportuno kebab, me parece que habría acabado por vomitar en el coche de alguien. Eso sí, aunque por momentos fue desoladora la sensación de ser el único borracho de los presentes, me lo pasé bastante bien.

Y a las tantas me planté en casa, que se me movían hasta las paredes, y caí en mi cama como Boateng delante de Messi.

Fin del día 1


Amanecí a las tantas, con la boca pastosa, un malestar que me recordaba que a lo mejor ya no estoy para tantos excesos y un whatsapp de un amigo al que podría llamar... Mc Hammer. Me proponía ir a Gamonal a un concierto de Vostok, A Quemarropa y unos chavales de Burgos que ni conocía.

La cartera, el estómago y los oídos me pedían una manta, un té caliente y una peli; pero por un momento pensé con las entrañas y me dije que, con lo cerca que están los exámenes, había que salir una última vez. ¿Y cuál mejor que esta?

A las siete estaba en el coche de... llamémoslo Evaristo, con una botella de litro y medio de agua en las manos y el ceño fruncido por el puto sol. Llegamos a Burgos con la Ser a todo trapo, de paseo entre el partido del Barça y el del Madrid, y cuando llegamos seguimos el procedimiento habitual: 

"¿Hay prisa?"
"No"
"Pues saca unas cervezas"

El concierto empezaba a las nueve, y digamos una hora después nos plantamos en el CSR, que parece una mierda por fuera pero por dentro está genial, y llegamos a tiempo para ver a Vostok, que son, y que me perdone quien pueda ver herida su sensibilidad por este comentario, una versión low cost de los Non Servium previos a El Imperio del Mal, por mucho que Mc Hammer dijera que no se parecían en nada.

Yo, cerveza va, cerveza viene, ya me había superado a mí mismo, o al yo del viernes en Palencia, pero me mantenía bastante engrasado. Fue también una sorpresa notar que en Burgos gustamos, o a lo mejor es la costumbre a vivir en ambientes hostiles, donde ligar es como intentar jugar una pachanga de barrio contra la Holanda de Cruyff. En todo caso yo estaba en un estado extraño, entre resacoso y otra vez borracho.

Después de Vostok, que pese a no gustarme estuvieron entretenidos, volvimos al coche a por cerveza, y regresamos a tiempo al siguiente concierto. No se quienes eran, pero sorprendentemente parecían una versión low cost de Marea. A aquellas alturas lo único que me apetecía, de todas formas, era cenar cuanto antes. Bebí océanos de cerveza mientras esperaba a que acabase aquel interminable directo y salieran de una vez A Quemarropa, que era a lo que habíamos ido.

Y al fin llegó el momento.

Mc Hammer tiró de nosotros hasta la primera fila, aunque yo me quedé en un prudente segundo plano, pensándome si era prudente entrar en otro pogo, ya que el día anterior había salido de uno con un puñetazo en la garganta (menos mal que el dueño del puño no tenía un pijo de fuerza). Pero no hubo tiempo para pensar, porque a un gesto del cantante, una marejadilla humana (no había tanta gente como para decir "marea") me empujó hacia adelante y acabé allí metido.

Recordaba un concierto anterior de este grupo en Villalar, en el que yo no estaba tan acabado, pero todo lo demás era notablemente peor que ayer. Me aparté rápido de la refriega y me limité a beber y a fumar más mientras el resto se desataba. Al rato vino Evaristo, quejándose del codo, pero como yo ahí estaba más muerto que vivo ni me enteré.

Al final sí que me decidí a entrar un poco en ambiente, pero fue lo justo para las últimas canciones, que eran las que me sabía de tiempos pretéritos (no sé cómo de pretéritos ahora mismo pero imagino que mazo). Para cuando me despejé un poco aquello era un festival de bengalas, petardos y más cerveza (joder, ¿pero es que no se acaba nunca?).

Y ahí, exactamente en ese momento, EMPEZÓ nuestra noche en Burgos, pero eso es otra historia (y una muy buena).

Me despido con Mala cara, de La Pulquería, en primer lugar porque a Evaristo se le había atascado ese CD en el coche, y en segundo lugar porque estoy de Oi! hasta los cojones.

Salud.

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