jueves, 14 de julio de 2011

Cumpleaños: la frontera que separa un regalo de un castigo


Hoy, queridos usuarios, cumplo 21 años. 

En un principio, pensé que no iba a poder actualizar, pero, entre el barullo de llamadas y mensajes típico de este día, he encontrado tiempo para sentarme frente al ordenador y vomitar estas líneas bajo la atenta mirada de Gizmo. Al fin y al cabo, ¿qué mejor ejemplo de regalos que más valdría no recibir jamás que una de estas criaturas?

La regla de oro de un cumpleaños, o de cualquier fiesta en la que sea habitual recibir algún obsequio, es que siempre vamos a recibir algo que:
A- Jamás necesitaremos.
B- Jamás utilizaríamos en nuestro sano juicio.
C- Ni nos hace falta ni lo querríamos llegado el caso.

En más de una ocasión, se trata de regalos hechos por gente que te conoce lo suficiente como para hacerte un regalo, pero no tanto como para saber qué regalarte. ¿Cuál es el resultado habitual? Un cenicero con un rastafari de arcilla y un problema menos para cuando llegue el momento en el que nos encontremos en la tesitura del emisor (no os engañéis: por mucho que intentéis evitarlo, ese momento llegará).

Sin embargo, y lo más raro de todo este asunto, es que la mayoría de las veces este tipo de regalos; como en la propia Gremlins, del popularizador del estilo "Burton-pre-Planeta-de-los-Simios/Raimi-pre-Spiderman/Jackson-pre-Criaturas-Celestiales" Joe Dante; provienen de alguien tan cercano que el propio hecho de haber recibido semejante lo-que-sea soprende más que el objeto en sí.

Pongo como ejemplo a mi primo, que puedo decir sin temor a equivocarme que conoce todo mi fondo de armario (que ni es tan extenso como el de Paris Hilton ni tan reducido como el de Barragán), e incluso que compartimos cierta afinidad al vestir. Pues va el tio (es decir, primo) y me regala unos pantalones de pitillo, prenda que no he utilizado en mi vida, ni siquiera en mi etapa "puro heavy metal".

La pregunta que os hacéis todos, y estáis esperando que yo mencione, es esta: ¿cómo reaccionar a semejante "zas, en toda la boca"? Pues solo hay dos opciones:
1- Asumir que entre tú y tu familiar/amistad/pareja hay la suficiente confianza como para que puedas ser tú mismo y decir sin miedo a represalias que el regalo no te gusta, pero que agradeces su intención, ya que en el fondo lo más importante es el detalle que ha tenido esa persona de, aunque solo sea por un efímero instante en su vida, hacer algo por tí con la única pretensión de hacerte feliz. Esta opción, sorpresas de la vida, está en desuso.

2- Poner la mejor cara que puedas y rezar para que el ticket esté en la bolsa. Logicamente, esta es la más utilizada, porque sí, tú te llevas un regalo de mierda, ¿pero te imaginas la cara de satisfacción que pondrás cuando le entregues a esa misma persona, por decir algo, un disco de los Pitufos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario