domingo, 27 de julio de 2014

Ventajas y desventajas del alcohol


Ayer casi no tenía cuerpo ni para ponerme de pie, pero salí igual que tanta otra gente con la inocente idea de no liarme demasiado y tomar un poco el aire.

Pero en este caso fue verdad... más o menos.

Con una botella de té helado bajo un brazo y una pizza bajo el otro, me preparé para un día tan memorable como el de la imagen, solo que con el FIFA de por medio. Y las horas pasaban sin que mis planes se alterasen. Tal vez pasaron demasiadas, porque a las tantas de la madrugada estaba como nuevo, y me confié lo bastante como para salir a tomar algo a cualquier sitio que quedase abierto.

Y ese sitio no era un local cualquiera.

De hecho, es el lugar en el que desemboca la marea de borrachos que peregrina a paso irregular desde todos los sitios que han ido chapando a lo largo de la noche. Tú no lo notas porque vas pedo, pero con la teína estimulando tu respuesta nerviosa y el estómago convenientemente lleno, te fijas en detalles que:

A- Borracho ni verías.

B- En el caso de verlos, te harían reír o se te olvidarían.

Pero cuando estás allí, con una triste cerveza en la mano que has pagado a precio de oro a pesar de ser la marca más cutre del mercado (no digo cual), y sientes repulsión al ver a la gente bailando como por espasmos, de una forma que en otras circunstancias sería tu propio estilo; un extraño estado de alerta ante los defectos físicos y la tensión de los buitres que planean alrededor de la pista, acentuado por las esquirlas que pule de vez en cuando la luz estroboscópica; y la constante impresión de que no deberías estar allí, sino en algún sitio que tuviera, por lo menos, unas sillas y una mesa; te das cuenta de que algo no va bien.

Y ahí es cuando lo ves claro: Desde dentro, crees que bailas como Michael Jackson, que tus miradas son pícaras y seductoras, que la pista vibra bajo tus pies y eres capaz de hacer cualquier cosa, especialmente si con eso consigues acercarte a esa chica que no deja de mirarte de reojo y sonreír. Desde fuera dan ganas de vomitar, y no importa cuánto te engañes, ni cuánto maquilles con alcohol; porque estás en el sitio al que han ido a parar las sobras de la noche, no sabes bailar, tus miradas están desenfocadas, la pista está pegajosa y la chica no sonríe, sino que muere del asco ante una babosada más de las que ha tenido que aguantar toda la noche.

Por eso he tomado la firme decisión de no volver a pisar ese sitio antes de tomar al menos una fila de chupitos. Si para salir por ahí necesitamos un lubricante social, será porque sin él igual duele, ¿no?

1 comentario:

  1. Mentira!! Me gusta la ultima frase, pero no hace falta beber para divertirse, simplemente hay que tomarse la vida de otra manera...

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