martes, 13 de septiembre de 2011

¿Fiesta nacional? ¡No me seas animal!


Un año más, concluye rodeado de polémica el festejo que pone a Tordesillas con un punto rojo en el mapa de los activistas anti maltrato animal: el Toro de la Vega.

Según algunos historiadores, en 1355, Pedro I de Castilla, para celebrar el nacimiento de su hija Isabel, decidió trasladar los encierros desde su emplazamiento habitual hasta la calle. A día de hoy, muy lejos ya del medievo, los encierros se siguen celebrando. Debe ser que en Tordesillas (amén de muchos otros lugares) todavía se acuerdan del nacimiento de Isabel, aunque los toros de lo que se acuerdan más bien es de la abuela de la susodicha.

La cuestión es que, en pleno siglo XXI, todavía sigue habiendo mucha gente que considera que medirse, normalmente con una talanquera detrás y un par de copas encima, a un animal asustado, es una gran prueba de la valentía ibérica (¿emborracharse para olvidar las frustraciones y dar una paliza a la parienta se convertirá algún día en fiesta nacional?), además de un festejo entrañable y que da buena prensa al país (utilizar a los toros como elemento turístico empieza a convertirse en una estrategia comercial tan arriesgada como lo sería la de iniciar una campaña bajo el slogan "España: un caudillo en cada habitante").

Otros, por su parte, tiran hacia el socorrido recurso de "sí, el Conde Drácula es un monstruo chungo, ¿pero qué me dices del Hombre Lobo?", y aluden al hambre que se pasa en el tercer mundo, a los crímenes y a las guerras, como si no fueran problema del mismo sistema que mantiene estas torturas como desahogo alienante.

Incluso hay unos cuantos que son más avispados y se huelen que, sin los festejos con "piñata animal inside", las fiestas de sus respectivos pueblos iban a estar tan transitadas y plagadas de beneficios económicos como un concurso de sentarse a ver crecer la hierba. Supongo que este planteamiento lo elaboran decididos a ignorar deliberadamente los titulares que recorren el resto del mundo sobre lo bestia que hay que ser para putear a un toro de esa manera. ¿Será que todo el ingenio que se ha derrochado durante años en torturar a un pobre bicho no se puede aplicar en elaborar unas fiestas sanas y atractivas para propios y extraños?

Lo triste es que estos últimos tienen una buena parte de razón al defender la tradición por la vía económica, ya que España es un país demasiado dormido como para despertarse tan de golpe, y lo máximo a lo que aspiran los detractores de estos eventos es a tirar un poco de pintura a la gente, lo cual tiene más bien tirando a poca relación con el problema que nos ocupa.

En fin, habrá que cruzar los dedos para que no se produzca ninguna bizzarra situación tipo "El planeta de los toros" y acabemos acordándonos nosotros también de la madre de Pedro I de Castilla.

2 comentarios:

  1. Me recuerda al circo romano, triste que en pleno 2011 sigamos con una """""""fiesta""""""" así.

    España profunda...

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