viernes, 21 de octubre de 2016

Para Barbijaputa


Tengo que empezar diciendo que es poco lo que sé sobre Barbijaputa (aunque hay quien dice que es Ignacio Escolar, lo cual siempre me ha parecido, no sé por qué, una imagen graciosísima), pero considero que es más que suficiente para escribir esto. No sé si lo leerá, aunque voy a intentar hacérselo llegar, porque realmente me encantaría tener esta oportunidad para decirle cuatro cositas.

Aquí va la primera de ellas: Muchas gracias.

Empecé a leerla por un artículo que me gustó bastante, aunque no recuerdo muy bien sobre qué iba (son varios los que me han impactado y no sé cuál en concreto es el que me llevó a hacerlo; puede que una carta abierta a Pérez-Reverte, aunque no estoy seguro porque podría ser algo anterior). Desde entonces, hay un aspecto de mi vida en el que podría decirse que soy una persona muy distinta a la que empezó a seguir sus publicaciones.

Al principio leía sus textos desde un punto de vista más crítico que comprensivo, encontrando cosas que me rechinaban más o menos, y comentando al respecto en redes sociales. Incluso pensaba “se limita a escribir artículos” de una forma en cierto modo despectiva, en plan “no está luchando de verdad”. Durante los JJ.OO., cuando puso el foco sobre el machismo existente en el periodismo deportivo, encontré cosas que consideraba fuera de lugar; concretamente lo referente a las entrevistas a entrenadores, que al fin y al cabo son, después de las propias deportistas, lo más importante del proyecto deportivo, y a veces, como en el fútbol, lo más importante (ahora pienso que las quejas tal vez no eran porque se entrevistase al entrenador de Carolina Marín, sino porque se entrevistase ANTES al entrenador que a la propia deportista, o porque sus palabras fuesen un testimonio más importante para la prensa que las de una medallista olímpica que acababa de conquistar la gloria). Además acababa de morir Doris Benegas, uno de los estandartes de la lucha feminista, anticlasista, antifascista y antirracista de este país, como si su ejemplo en vida me legitimase a establecer diferencias entre unos y otros tipos de lucha contra un mismo frente.

Pero con el paso de los artículos descubrí la virtud más importante de Barbijaputa. Puede que a veces crea que se equivoca, independientemente del tema que trate, porque al fin y al cabo no hay dos personas con opiniones idénticas; puede que haya cosas del medio para el que escribe que tampoco me gusten; pero a día de hoy que una persona como ella, con todo lo que ella tiene que decir, pueda disponer de un espacio no solo para decirlo, sino para convertirlo también en un lugar para cada vez más mujeres, me parece vital. La mayoría de sus artículos son brillantes, didácticos y, sinceramente, me revuelven las entrañas. He aquí la virtud de la que hablaba antes. Para los hombres, la existencia de alguien como ella es algo que debería ser valorado como una oportunidad de oro para ponernos frente al espejo y analizarnos, para despojarnos de dilemas morales ególatras como los que acarrea ir por la vida en plan #NotAllMen, para darnos cuenta de lo que supone haber asimilado tan hondamente muchos de los conceptos e ideas que nos inculca esta sociedad de mierda. Y, sin embargo, lo que hacemos es ponernos las gafas de críticos, posicionarnos entre la búsqueda de resquicios para justificarnos como unos “yonosoydeesos” y el ataque más infantiloide posible desde la derecha (claro que sí, chavales, casi no se nos nota el dilema moral que arrastramos).

Pero, aunque personalice esta entrada en Barbijaputa, no se trata solo de ella, sino de todas las mujeres que han protagonizado y protagonizan una de las luchas antiautoritarias más denostadas e impopulares, precisamente porque la de género es una clase de autoridad que todos llevamos dentro en mayor o menor medida, y se nos vuelve incómodo pensar en ello (¿quién se sentiría cómodo al tener que hacerse cierta clase de preguntas como “alguna vez he abusado de otra persona”, “tengo privilegios por algo que no he elegido”, o “he contribuido a alimentar la mentalidad machista”? Lo sé, porque yo he tenido, tengo, que buscar en mi interior respuesta a esas preguntas). Así que no solo es ella, son todas, desde Barbijaputa hasta Mary Wollstonecraft, pasando por supuesto por Doris Benegas y tantas y tantas otras que han visibilizado su lucha de un modo u otro y de las que a veces tenemos la jeta de no aprender nada.

Muchas veces me juro a mí mismo no volver a hablar de feminismo, y me digo que no soy yo quien debe hacerlo. Sin embargo, la reveladora verdad (o mentira) de esta entrada es que, en cierto modo, estoy mintiendo, o haciendo clickbait; porque, aunque se titule “Para Barbijaputa”, esta entrada es para nosotros, para los hombres. Pero, como he dicho al principio, de verdad me gustaría que lo leyese para poder darle las gracias por prestarnos ese espejo, aunque probablemente no sea su intención (al menos estoy totalmente convencido de que no es su intención principal), porque por lo menos a mí me ha hecho mejor, más fuerte y más consciente de mí mismo y los errores que he cometido (que por suerte no son tantos, ha ayudado ver desde pequeño las condiciones de muchas mujeres de mi barrio, empezando por mi propia familia, para saber al menos que había algo que no funcionaba). Así que tengo una doble intención más allá de mi agradecimiento. Quiero que los demás hombres a los que lleguen estas palabras mediten sobre ello, que piensen que tienen una oportunidad delante para empezar a cambiar las cosas desde su interior, porque toda revolución empieza por uno mismo.

No sé qué humorista dijo que no había que admirar a gente viva, porque al estar vivos tenían la oportunidad de cagarla y dejarte en evidencia. Todo sea que a partir de mañana Barbijaputa fiche por OkDiario y se vuelva una versión femenina de Álvaro Ojeda (“España: Con dos ovarios”, ya lo estoy viendo), aunque me parece como poco improbable, así que esperaré lo que se espera de la gente a la que se admira, que no cambie.

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