lunes, 26 de septiembre de 2016

Metallica lanza Moth Into Flame


Se rumorea que el último disco bueno de Metallica desde 1996 data de las navidades pasadas, cuando Dave Mustaine les regaló una copia de Rust in Peace.

Y es por ese motivo que cada vez que Metallica saca nuevo material me acerco con miedo por varios motivos: El primero, una sensación de decepción precognitiva casi inevitable, una certeza de que no me va a gustar (o a terminar de gustar) lo que escuche, aunque en este caso tampoco es necesariamente malo, porque así no me llevo malas sorpresas. El segundo, el hecho de no poder evitar acudir de todas formas, bajo la luz de una esperanza incierta… y bueno, porque son Metallica, joder. Dado que siguen en activo, y pese a su bajón difuso a la hora de ser datado, siguen siendo los gigantes más altos de la escena (aunque ya más de uno los tome por molinos); la leyenda viva que consiguió que cualquier persona, por muy ajena al género que fuese, pudiera contestar sin temor a equivocarse con un “Metallica” a la pregunta “¿conoces algún grupo de metal?”.

Hoy, 26 de septiembre, sale a la luz el sencillo Moth Into Flame, que formará parte de su próximo disco, Hardwired… To Self-Destruct (Blackened Recordings), con el 18 de noviembre de este mismo año como fecha de lanzamiento; y, como siempre, hay muchas cosas que decir al respecto.

El sonido Metallica ya es una realidad tan palpable como el sonido Minneapolis. En este caso, mucha gente se refiere a ello como el resultado de la grabación limpia en equipos de altísima calidad, pero ese es solo un factor. La pulcritud del sonido lleva consigo un tempo y una entonación que les persigue desde el Black Album (1991), que han modulado a través de todas sus creaciones posteriores para conseguir explotar su soniquete característico, un aura que acompaña a sus canciones y que lo distingue del resto del thrash metal, haciendo que cualquier cosa suene a Metallica siempre y cuando lleve esa marca. Yo diría incluso que ese sonido Metallica no es ni más ni menos que Kirk Hammett haciendo ciertas líneas melódicas en los riffs.

Lo malo de esto es que esa marca de la casa se pega tanto a lo bueno como a lo malo.

Esta canción combina la síntesis de St. Anger (2003) y Master of Puppets (1986) que fue Death Magnetic (2008), como una mezcla de basura y oro, con riffs más monótonos y cercanos al HxC o incluso al stoner de ciertas canciones de Red Fang. Es un tema que te puede gustar si te gusta Metallica y obvias su trayectoria, es decir, si no lo comparas y te abstraes.

Creo que cualquier grupo emergente te firma algo como esto y lo compras, e incluso lo alabas, pero Metallica no es cualquier grupo emergente, y eso es un lastre muy difícil de acarrear.

Por mi parte, considero lógico que las bandas experimenten, evolucionen y enriquezcan los estilos que les dieron la fama con nuevas influencias (sobre todo una que lleva en activo tanto tiempo), pero es justo que se reconozca cuándo un giro musical es bueno o malo. En este caso, no es sino la consagración de lo que Metallica lleva haciendo ya casi una década: consolidar su sonido de marca y combinarlo con sus orígenes, lo cual no deja de ser respetable. Si bien a día de hoy existen grupos que realizan un thrash metal de mayor calidad (como Havoc, o incluso Toxic Holocaust), no viene mal acordarse de vez en cuando de quién se fabricó la corona, aunque sea por nostalgia… o porque siguen siendo Metallica, joder.

O tempora, o mores.

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