jueves, 31 de mayo de 2012

Desvaríos estudiantiles




Tras un suspiro de alivio, el monje levantó la cabeza y esbozó una sonrisa. Tras meses de trabajo, había terminado el manuscrito. Entonces, el hermano Simeón entró en el scriptorium.
— Propicios días, hermano Miguel, ¿has acabado ya el libro de horas?
— ¡Aquí está! Lo llamaré “El Códice Calixtino”.
El hermano Simeón se rascó su cabeza tonsurada.
— Lo que no entiendo es por qué no has usado directamente el Word. La reina de Francia debe estar que se sube por las paredes, y ya sabes cómo son los daneses.
El hermano Miguel soltó un bufido.
— ¡Estamos en el año 1195! ¡No existe el Word, ni Windows, ni Microsoft! ¡Ni siquiera ha nacido Bill Gates!
— No me lo recuerdes…
— Es que estás todo el día con la misma mierda.
— Amén Jesús. ¡Blasfemia!
— No grites, el abad está durmiendo la siesta.
— Ya, se toma muy al pie de la letra lo de la vida contemplativa… oye, ¿y si aprovechamos y nos vamos de putas?
— Ya era hora de que lo sugirieras. Por cierto, nosotros éramos católicos, ¿no?
— Bueno, yo más bien soy agnóstico.
— Ah pues yo soy del Depor.
— Pero si somos belgas.
— Yo creía que éramos franceses.
— Ya, hay un desacuerdo al respecto.
El hermano Miguel sacudió la cabeza.
— Qué poco me gustan los cismas —murmuró.
— Lo sé… por cierto, ¿qué hay de esa sugerencia de irse de putas que alguien lanzó al aire?
— Ah, sí… vamos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario