miércoles, 21 de septiembre de 2016

Renacido


No es necesario recibir y superar el ataque de un oso para tener una profunda experiencia vital, o eso se supone, porque si no casi nadie tendría nunca la posibilidad de pasar por eso.

A veces hace falta mucho menos.

Desde un punto de vista filosófico, el antropólogo americano Lewis Morgan habló en su obra Las Sociedades Primitivas de tres estadios de evolución social (salvajismo, barbarie y civilización), influyendo luego en Engels para desarrollar más el concepto de materialismo histórico, en busca de una interpretación de la evolución social alejada de esquemas burgueses.

Sin osos ni nada.

Por otro lado, la evolución del ser humano como ser social, más allá de conceptos sacados del darwinismo, se basa en cambios de paradigma debido a hechos a gran escala (guerras, revoluciones, invasiones y demás respuestas sosegadas); aunque hayamos acabado en una versión algo más siniestra y autocomplaciente de 1984.

En ambos casos significaría que estamos sujetos o bien al capricho de la evolución o, peor aún, a las consecuencias de cambios a gran escala. Seríamos ramas arrastradas por la corriente, sin capacidad de reacción o interferencia con el mundo; pinceladas húmedas en el lienzo de una rígida obra de David, simplemente esperando a secarnos y pasar a formar una parte imperceptible de un canon invariable.

Por eso mismo, comprender hasta dónde llega el control que ejerces sobre tu vida es una forma de renacer sin que te ataque un oso. Cada paso cuenta, y la dirección hacia la que lo das la decides tú.

Como dijo Clint Eastwood, hay dos tipos de personas, las que tienen un arma y las que cavan.

¿De qué tipo quieres ser tú?

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