martes, 3 de mayo de 2011

Efectivamente, no tengo palabra...


Recuerdo que, cuando era pequeño, los clásicos eran todo un acontecimiento. Dos rivales históricos (a veces más por causas políticas que por rivalidad deportiva en sí misma) se veían las caras y, a pesar de la tensión, procuraban ofrecer un espectáculo digno.

Este no es el Madrid del que mi padre (así como muchos otros aficionados merengues) se enamoró. Éste no es el Madrid del señorío, de la excelencia deportiva, de la dignidad.

Y no sé ya si la dureza de unos ha provocado la exageración de otros o no, ni si sigue habiendo intención de polemizar aún más la situación, de intentar empañar una victoria y dejar de lado el fútbol; pero lo que sí sé es que hoy, a las ocho y media, aficionados al fútbol de todas partes del mundo exigimos, de una vez, el partido que nos merecemos.

Y, pase lo que pase, yo no vuelvo a hablar de fútbol... o sí.

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